sábado, 29 de marzo de 2008

Ortiz, Rodolfo (El Negro)

Ortiz, Rodolfo (El Negro): Nació el 6 de septiembre de 1949, en Avellaneda, aunque su casa estaba en la calle Esquiú entre M.Wield y Las Piedras, en Lanús. Vivió sus primeros años allí, hasta que se produjo la muerte de su papá, cuando él tenía cinco años.
Es entonces cuando su mamá, quien debido a su situación económica no podía hacerse cargo de sus tres niños pequeños, solicita – y consigue- que los dos varones (6 y 8 años) vayan pupilos, en principio a un hogar y luego al Instituto Torcuato de Alvear, en Luján. Allí, Rodolfo pasa desde los seis años hasta los dieciocho, alternando salidas con su mamá y períodos largos y completos en el colegio.
Se recibe de bachiller y técnico agropecuario.  Con una beca del Consejo Nacional del Menor comienza a estudiar arquitectura en la UBA y entra como empleado administrativo a PROARTEL.
En la facultad comienza su actividad militante. Siendo delegado general de prensa de la cátedra Capagli de diseño en los conflictos de 1971, conoce a quien sería más tarde su compañera y madre de sus dos hijas –Viviana Losada- quien también era delegada de su ciclo –diseño III- en la misma cátedra. Participan en las movilizaciones estudiantiles del segundo semestre de ese año, y hacia fin del mismo, cada cual sigue su curso. Cuando se vuelven a encontrar en febrero de 1972, cada uno por su lado ya ha elegido su propia pertenencia política.  Se casan el 10 de abril de 1972 y sus hijas Mariana y Fernanda, nacen el 10 de junio de 1973 y el 13 de noviembre de 1974 respectivamente. Viven desde el principio en Lanús,- ciudad a la que vuelve entusiasmado por los recuerdos de su primera infancia- en la calle O’Higgins 1563 departamento 2.
Rodolfo Ortiz fue militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores desde fines de 1971. Fue sucesivamente Responsable Universitario, Responsable Regional hasta que en diciembre de 1973, el Partido le encomienda la tarea de trabajar en el desarrollo de la Juventud.
Participa en la experiencia de Diario El Mundo como medio de información masiva desde el punto de vista de los trabajadores y el pueblo desde sus inicios. Como la empresa era de una magnitud verdaderamente revolucionaria, después de diversos allanamientos y amenazas, una bomba destruye las oficinas del diario en Sarmiento al 700. Por entonces ya había dejado la facultad.
Entra a trabajar en una empresa metalúrgica como obrero industrial, desarrollando al mismo tiempo su labor militante como Responsable de Juventud. Finalmente es elegido Secretario Nacional de la Juventud Guevarista, cargo que mantenía cuando lo secuestran en Moreno el 29 de marzo de 1976 junto a otros once compañeros.
A pesar de realizar los hábeas corpus de rigor, tanto en la nación como en la provincia, nunca volvió, igual que otras decenas de miles de militantes populares. Su nombre se incorpora a la lista que en 1979, la Delegación de la OEA se lleva como denuncia de las desapariciones en nuestro país, y mucho después, ya en democracia, en el listado del NUNCA MÁS, con el legajo SDH 910.
En diciembre de 1998, una llamada del Equipo Argentino de Antropología Forense,  trae a la familia buenas y malas noticias.  Por un lado, una verdad demoledora: Rodolfo estuvo secuestrado y torturado cuarenta y cuatro días en un CCD para luego ser asesinado el 12 de mayo de 1976. Su cuerpo había aparecido ese día en un baldío en la localidad de Bernal, junto a los cuerpos de dos compañeras desaparecidas desde principios de abril de 1976. La policía bonaerense, aún habiendo identificado a Rodolfo (ya que él había sido criado en un instituto oficial y había legajo suyo) ordenó enterrar a los tres como NN. Por el otro, que por estar en la fosa del cementerio de Avellaneda, el EAAF tenía en su poder todos los restos que allí había.
En agosto de 2006 sus restos fueron identificados por el Equipo y en su custodia permanecen hasta que la justicia indique que no son necesarios para condenar a los autores materiales e ideológicos de su asesinato, y se pueda disponer de ellos.
Su compañera se ha presentado como querellante junto a otros familiares en la mega causa del primer cuerpo de ejército en el Juzgado Federal del Dr Rafecas, sustanciando una causa global sobre los hechos de la quinta de Moreno que, según va avanzando la investigación, aparece como una masacre.
El Pingüi, como lo llamábamos, fue un escucha atento y observador, con una risa franca que le iluminaba la cara. Amaba profundamente la vida, y la vivía con la alegría de formar parte de un sueño colectivo que creíamos posible.
Nuestras hijas eran su mayor orgullo. Y como quería para ellas lo mejor,  trabajó incansablemente en su mejor regalo, cual sería ayudar a construir una sociedad diferente con libertad, justicia, igualdad, con riqueza para todos y no para unos pocos, aún a costa de no disfrutar sus primeros pasitos plenamente. Pensábamos que iba a haber tiempo.   
Algún día formará parte de la historia colectiva del pueblo. Mientras tanto, está bueno ir marcando sus pasos por aquí, por el barrio, por los afectos y los recuerdos de quienes lo han conocido y de quienes lo han querido.
Treinta y dos años sin justicia es demasiado tiempo.